domingo, 18 de abril de 2010

Blancanieves ya lo sabe

«Sus labios son como las rosas, su cabello como el azabache, y su piel como la nieve que reposa»

Hubiese preferido no verla, pero para eso ya es tarde.
Alertada por el ruido de sus tacones de aguja impactando contra las baldosas de terrazo se giró. Blancanieves llevaba puesto un blazer negro que vestía con cierta artificialidad, pero le daba una prestancia que pocas personas logran con esa prenda; sus piernas se movían holgadas en unos pantalones de pitillo de las talla 34 en los que en otro tiempo no hubiese creído caber y de su antebrazo colgaba un bolso verde manzana, de corte deportivo pero cubierto de lentejuelas que brillaban reflectando la luz que entraba por la cristalera del fondo de la sala de espera. Tenía aspecto de cansada, y seguramente hacía un par de días que no se duchaba, pero aun así conservaba el esplendor que la había caracterizado siempre.
A pesar de que hacía mucho de su último encuentro se han reconocido al instante. Hay caras que nunca se olvidan, y ambas, por suerte o por desgracia, tenían una de esas.
Han charlado durante largo rato (tal vez no ha sido tan largo, pero a ambas se lo ha parecido) de heridas de guerra, de tatuajes pasajeros que resurgen en la piel de forma periódica, de añoranzas, de delirios, de soluciones drásticas y de personas non gratas.
Sólo una pregunta queda todavía en el aire: ¿que es lo que Blancanieves hizo para que aquel emisario acabase entregando el corazón de un jabalí en lugar del suyo?

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