sábado, 28 de agosto de 2010

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«Yo iré detrás también. Vieja soy, pero aun tengo dientes»
El libro de las tierras vírgenes.

jueves, 26 de agosto de 2010

empleo

Solía sentarse en una caja de fruta a esperar y había esperado tanto en aquellas cajas que podía narrar buena parte de su historia a través de aquellos ratos.
La miraba con atención sabiendo que, muy de vez en cuando, aquella mujer le devolvía la mirada con la dispersión propia de quien mira un niño; y aun así ella esperaba atentamente esos momentos para sonreír pretendiendo aparentar la inocencia que debiera tener a su edad. Conocía cada milímetro del suelo de aquel local solamente por ver como ella lo recorría entre renqueos desiguales; deducía el estado de la fruta por la forma en que la cogía para ponerla en la bolsa de sus clientas; sabía de la capacidad de su almacén tan sólo con fijarse en su flequillo y en su ropa y la caja del día se podía leer de forma rigurosa en su mentón, pero lo cierto es que nunca supo nada de ella, ni por que nunca asistía al cumpleaños de sus nietos, ni por que decidía trabajar todos los días de año -mañana y tarde-, ni por que nunca se jubiló.
Aquel local es hoy un locutorio. No ha cambiado tanto.

martes, 10 de agosto de 2010

bis


Había llegado incluso a cambiarle el sueño.
Que tenían mala relación era un hecho más que constatado, pero ahora la cosa estaba pasando de castaño oscuro. 
Su actitud parasitaria la sacaba de quicio, era descuidado, descortés y egoísta, entraba y salía a su antojo en casa ajena y lo peor para ella era que tenía unos horarios insostenibles y dedicaba toda la noche a gritar de esa forma que solo ellos saben hacer, moviéndose nervioso y con dudoso sigilo de un lado a otro de la casa.
Siempre escondido, siempre pegado a la pared, siempre en las dobleces, en los agujeros mas oscuros escarbando una nueva salida...
La simple idea de pensar en su rostro la crispaba enormemente, recordar la imposición de su compañía aguaba cualquier momento agradable. El final de la historia estaba claro, quizá el no lo sabía, pero ella tenía experiencia en esas lides.
Lo de la boca... no sirve sólo para el pez.

sábado, 7 de agosto de 2010

cordar

Hoy, inmersa en el final, se ha puesto a recordar el inicio. 
Manos agitándose y un bache que en aquel momento le pareció que nunca volvería a hacerla tambalearse. Una ranchera cargada hasta los topes (sobretodo de recuerdos) cruzaba el puente de la Unión dejando atrás un skyline de sobra conocido y alguna cosa que se movía dentro de él. Le hubiese gustado que Springsteen pusiese la banda sonora de ese momento -eso le permitiría recordarlo con más ternura y sobre todo con más dignidad, y quizá incluso al hacerlo mostraría esas arruguitas que parten del rabillo del ojo cuando se sonríe sinceramente- pero lo cierto es que sonaba La oreja de Van Gogh y en aquel momento no le importó demasiado.
Ese, el primer trayecto, fue muy largo y aquel coche pasó la noche en un depósito de la grúa municipal. Acaba de recordar que la necesidad de olvidar es lo único que siempre olvida.