jueves, 20 de mayo de 2010

perlas


Hacía algún tiempo que pensaba en la formación de las perlas y últimamente parecía como si alguien se hubiese empeñado en recordárselo hasta la saciedad. La narración omnisciente de esta historia, le parecía carente de interés y de una pretensión bucólica que le producía el más profundo de los rechazos.
Un grano de arena que se introduce fortuitamente en un animal bivalvo que segrega nácar hasta cubrirlo formando una apreciada joya. Tiene claro que es una historia de corte disney, en la que se omite que el grano ha sido engordado a base de revestirlo de algo que le resulta ajeno y la ostra que permitió y fomentó arduamente la formación de un cuerpo en su interior acabará siendo forzada para la extracción de la joya. La miseria y la riqueza acostumbran a prodigarse por los mismos relatos.
Tampoco le pasa por alto que, las que en un ejercicio eufemístico son denominadas perlas «naturales», resultan ser en un porcentaje altísimo perlas cultivadas. ¡Ay de aquellos que se dedican a introducir a la fuerza micro esferas de nacar en las ostras! U obtienen joyas perfectas u ostras rebotadas.

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