Hace unas horas ha pasado a recoger a una amiga por la residencia en la que vive temporalmente. Allí, en una biblioteca que más parece comedor, ha ojeado los lomos de unos libros cuya utilidad parecía haber sido reducida a la función de ejercer peso (en el sentido más literal) sobre materiales diversos a fin de aplanarlos, ha tomado uno firmado por Joan Barril y lo ha metido discretamente (con toda la discreción que su inexperiencia en estas lides le permite) en su bolso. Ha salido de la residencia con su amiga y han ido a cenar.
Durante el postre le ha confesado el hallazgo y la travesura y juntas han descubierto que se trata del diario correspondiente al año en que ambas nacieron.
Inmediatamente ha buscado una fecha: 1/11/1987. A estas alturas para quienes la conocen, la pregunta que se hacía es obvia: ¿que pensaba Joan Barril el día que yo nací?
La respuesta es un tortazo al ego que la había dominado, pues excepcionalmente el diario se volvía semanario, y los días trascurridos entre el 30 de octubre y el 6 de noviembre no fueron registrados. Al menos al día 13 de octubre (día en que su acompañante nacía) si le corresponde un relato que, como es habitual en Barril es capaz de hacer que la poética y la política sean una misma cosa que nadie dudaría en llamar literatura.
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