martes, 2 de marzo de 2010

El día en que la fe y el sexto pecado decidieron repartirse las tareas...

La cabeza no paraba de darle vueltas. Llevaba unos días haciéndose preguntas cuya respuesta solo conocería a través del tiempo, y era consciente de ello. Sabía que era el momento de tomar decisiones, que se enfrentaba a un ahora o nunca y que estas situaciones a menudo habían desembocado en un enunciado condicional. Todo esto hacia que le doliesen las cervicales y que en los últimos meses un peso fuese acumulándose sobre sus hombros descendiendo lentamente por su brazo derecho hasta la mano en épocas de intenso trabajo. La desesperanza era en su caso, lo único capaz de aliviarla.
Preocuparse no merece la pena, bastó con despertar en ella una envidia que permanecía aletargada en su interior para que comenzase a moverse. Ahora ha empezado a escribir un blog que difícilmente llegará a ser lo que es aquel que la incitó a escribirlo, pero este hecho no la apena. Ella siempre prefirió ser lectora.
Dicen que la fe mueve montañas, pero solo la envidia es capaz de mover personas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario